lunes, 7 de diciembre de 2015

FRIEDRICH HÖLDERLIN, CON HIPERIÓN

Una vez, después de contar mi vida, me preguntaron dónde me hubiera gustado haber estudiado; ya que, unos segundos antes, había narrado mi paso por el colegio laboral, por un colegio del Instituto Social de la Marina, un Instituto público de bachillerato con nombre de pintor, una academia militar y la universidad nacional de educación a distancia.

Sin dudarlo, contesté que el lugar al que me hubiera gustado ir a estudiar era el seminario de Tubinga y, además, en el año 1791 compartiendo habitación con Schelling, Hegel y Hölderlin en aquel Tübingen Stift donde ellos soñaron que otro mundo era posible: “como más me gusta imaginarme el mundo es como la vida de una familia, donde cada cual está sin pensarlo, al servicio de los demás; donde todos padre, madre y hermanos, grandes y pequeños, están a disposición los unos de los otros, sin que se medite ni se sermonee sobre ello”.

Ese lugar donde soñaron que otra vida era posible: ¿qué es todo el saber artificioso del mundo, qué es toda la orgullosa emancipación del pensamiento humano comparada con los tonos espontáneos e inocentes de aquel espíritu que no sabía lo que sabía, lo que era?

Ahí iré a estudiar, al seminario de Tubinga donde Holderlin soñó que otra forma de amar era posible: ¡Oh, qué vale todo lo inmortal que los hombres pensaron e hicieron durante milenios frente a un momento de amor! - ¡Es también lo más logrado, lo más hermosamente divino de la naturaleza! A él conducen todas las gradas desde el umbral de la vida. ¡De él venimos a él vamos!


Siempre he pensado que entraría por el arco principal del seminario, subiría unas escaleras de madera y en la primera planta giraría a la derecha para coger un pasillo por el que la luz corre como un río de oro y me pararía ante una puerta en la que hay pegado un pequeño letrero con tres nombres: Friedrich Hölderlin, Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Friedrich Schelling. Tres Friedrich, más grandes que el mismísimo emperador Friedrich II, al que soñaban con destronar con los vientos de la revolución francesa: “Ya no es tiempo de Reyes”.
Conquistarás, y olvidarás para qué, conseguirás por la fuerza, si todo va bien, un Estado libre para ti y entonces dirás: ¿para qué lo he construido? La lucha salvaje te destrozará alma hermosa, envejecerás, espíritu venturoso!: y cansado de la vida al final preguntarás: ¿dónde estáis ahora vosotros ideales de juventud?

Llamaré a la puerta de esa habitación del seminario de Tubinga. Desde dentro me dirán que pase, ni Schelling ni Hegel están dentro, tan sólo veo a Holderlin, el único poeta que renunció a todo por la poesía, su amor, su vida, su futuro; el único poeta que fue devorado por la esencia de la propia poesía, sin más destino que los versos, sin otro posible fin que la locura. Él todavía no lo sabe.

Yo, en la bolsa, llevo un libro de Heidegger, que me he puesto a leer en un banco junto al río Néckar y en el que se ve la torre en la que Holderlin estuvo 37 años encerrado y loco, llamándose Scardanelli: La esencia de la poesía, tal cual la funda Hölderlin, es en grado sumo un acontecimiento histórico; porque “poéticamente es como el hombre hace de esta tierra su morada”.

Cuando escucha los golpes en la puerta dice con voz queda: “adelante” y yo paso con una sonrisa porque voy a conocer al único poeta verdadero, al poeta que no quiso mancharse más que con poesía, que fue capaz de decir cómo debía ser el mundo, el nuevo mundo renacido en su Suavia natal; y que tanta gente perversa, empezando por el nazismo, usó para su mal.

En ese momento anda traduciendo el Áyax de Sófocles: Vosotras, aguas del Escamandro, vosotras que tan amablemente acogisteis a los argivos, ¡vosotras no me veréis nunca más! - ¡Aquí yaceré sin gloria!
¡Qué importa la gloria si la poesía me ha impedido tener a Diotima!

Yo sé quién es Susette Gontard, yo sé que ella va a adorar al poeta y que tras su marcha llorará lágrimas de sangre: <<Es como si mi vida hubiera perdido todo significado; solo por el dolor sigo notando su existencia >>
El poeta no tendrá ni tendrá sangre, sólo versos: Construyo a mi corazón una tumba para que pueda descansar en ella; me encierro en mi mismo como una larva, mientras dura el invierno; con recuerdos venturosos me protejo de la tempestad.

Le pido permiso para sentarme y le digo con alegría que voy a pasar cinco años estudiando con ellos en el seminario; y que, si bien sé que no estoy a su altura, espero que entiendan que no es más que un sueño; por lo que es permisible todo mi atrevimiento.

Todavía cree que la regeneración del  país es posible, concibe la construcción del gobierno con las palabras libertad, igualdad y justicia social; y se va a adelantar al oscurantismo de los regímenes que llegarán dos siglos después con la claridad con la que sólo ven los poetas:

Me parece que tú concedes demasiado poder al Estado. Este no tiene derecho a exigir lo que no puede obtener por la fuerza. Y no se puede obtener por la fuerza lo que el amor y el espíritu dan. ¡Que no se le ocurra tocar eso o tomaremos sus leyes y las clavaremos en la picota! ¡Por el cielo!, no sabe cuánto peca el que quiere hacer del Estado una escuela de costumbres. Siempre que el hombre ha querido hacer del Estado su cielo, lo ha convertido en su infierno.

Sin querer se ha anticipado dos siglos a los regímenes comunistas y fascistas, los Gulags y los Auswitch Bikernau, que tan perversamente usaron su nombre.

En la disputa que mantuvieron por carta Hölderlin y mi adorado Cortázar, señora Bauchot, defiendo a Hölderlin, porque el Estado, querido Julio, es creación humana; pero el alma, amado Hölderlin, es creación de Dios.

Agarro la Prosa del Observatorio de Cortázar y vuelvo a leerla: “Señora Bauchot, alguna vez Thomas Mann dijo que las cosas andarían mejor si Marx hubiera leído a Holderlin; pero vea usted, señora, yo creo con Lukacs que también hubiera sido necesario que Holderlin leyera a Marx; note usted qué frío es mi delirio aunque le parezca anacrónicamente romántico porque Jai Singh, porque la serpiente de mercurio, porque la noche pelirroja.”

No, querido Julio, he adorado cada paso que diste por París, pero ahora no tengo más remedio que echarme en los brazos libertarios de Hölderlin, sabiendo que somos hijos de la tierra hechos para amar, hechos para sufrir.

Soy feliz sabiendo que voy a pasar cinco años de mi vida en el seminario de Tubinga tratando de cambiar el mundo, así que he dejado pasar la ocasión que se me brindó de estudiar cinco años en una Academia militar.
Para conducir a mi pueblo al Olimpo de divina belleza, donde mana de fuentes eternamente jóvenes lo verdadero con todo lo bueno, carezco, aún hoy, de destreza. Pero a servirme de una espada sí he aprendido, y no necesito más por ahora. La nueva liga de los espíritus no puede vivir en el aire, la sagrada teocracia de lo bello tiene que morar en un Estado libre, y él precisa de un lugar en la tierra, y este lugar lo conquistaremos nosotros.



























1 comentario:

  1. Excelente entrada. Excelente documentación y actualización del pensamiento Romántico.

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