domingo, 12 de marzo de 2017

VIDA Y FUGA DE FANTO FANTINI, ÁLVARO CUNQUEIRO, EL SOÑADOR

Viéronle ellos a los lejos, antes de que se acercase, y trataron de matarlo; y decíanse unos a otros:
-Aquí viene el soñador; ea, pues, matémosle y echémoslo en un pozo abandonado, y digamos que lo devoró una alimaña. Se verá entonces de qué le sirvieron sus sueños.

(Génesis, 37, XVIII-XX)

Cuando iniciaba mis estudios de contabilidad en una ciudad santa, durante una clase poco dada a la retórica, me presentaron a Fra Luca Pacioli que en su obra Summa de Arithmetica, Geometría, Proportioni et Proportionalita publicada en Venecia en 1494 ya analizaba el método contable por partida doble y retrataba aquellos libros que me acompañarían algunos años de mi vida: el libro de balances e inventario, el diario y el mayor. Todo esto, querido Fanto, forma parte del oficio y lo único que siento es no poder hacer ante ti una demostración de reglamento de los sanjuanistas.

El profesor, como todos los profesores, siempre más dados a las biografías que a las obras, empezó la asignatura relatando el nacimiento de Fra Luca hacia el año 1445 en Borgo de Santo Sepulcro en la Umbría septentrional; y yo imaginé que ese niño, al nacer, saldría del vientre materno, mientras la matrona jalaba de sus brazos para que viera la luz, dibujando con sus dedos el número áureo mientras con su recién nacida mirada trazaba la geometría de las paredes de la vieja casona de aquel pueblo Toscano. Aquella torre fue de los Bracciaforte que eran los más avaros de los toscanos, siempre buscando donde meter el oro que atesoraban, que no lo vieran ni el sol ni la luna.

Como Borgo San Sepolcro nació en mi mente como una ciudad mágica por una simple denuncia contable inicial allá por un lejano septiembre de 1987, sabía que, cualquier tarde, ese pueblo volvería a cruzarse en mi camino literario, porque esos lugares privilegiados suelen ser irremediablemente sitios de nacimiento de irredentos literatos o fabulados personajes. Son muchas, pero dispersas, las noticias que nos han quedado de la vida y aventuras del capitán Fanto Fantini della Gherardesca, nacido en Borgo San Sepulcro. Pero muchas de esas noticias que decimos, de la vida y aventuras del condottiero se contradicen con frecuencia, y solamente un paciente trabajo de investigación y de crítica, realizado durante varios años por el autor de este libro, le ha permitido establecer el tiempo y lugar de las varias etapas de la biografía fantiniana.

Así que mediante magias contables y sintácticas establecí una infatigable relación literaria entre Fra Luca Pacioli y el íncreíble condottiero Fanto Fantini della Gherardesca, que sirvió a la República de Venecia, como capitán, acompañado de su caballo Liofante, que entendía toscano y griego, y de quien ha pasado a ser leyenda su famoso discurso ante el Senado de Venecia defendiendo a su señor. En los archivos venecianos no hay ni rastro de ese discurso, ni de la discusión que en el Senado hubiera seguido a la intervención de Liofante, pero era voz pública que un senador, Ludovico Brabantio, abuelo del Brabantio que fue padre de Desdémona, afirmó que mejor que no llegase a Venecia  el capitán Fanto, que si se ponía a contar sus batallas y sus amores, no quedaría uno de la compañía que no pasase a conudo, o perdiese una hija o sobrina en los brazos del condottiero.

También, junto al tordo Liofante, don Fanto Fantini se hacía acompañar por un perro de nombre Remo, capaz de escribir en etrusco sobre la tierra, con un palo entre sus dientes. ¡Habrá estado empleado en la comedia, de can de corte del rey Pantalone! Atiende voces en latín, quizá porque nació en casa de cura, da y porta la perdiz, y con una bolsa al cuello, va por vino a la bodega, y lo elige él, oliendo en la pinga de las billas.

Del condottiero Fanto Fantini della Gherardesca se cuentan mil historias, de sus rubios cabellos y de la infinita perseverancia de perro de presa, perdóneme aquí el fiel can Remo por la metáfora, de sus enemigos por recluirlo a prisión; así como de su ingenio, gracia y destreza para la fuga como quedó demostrado las mil y una veces que escapó de esas cárceles y que el infatigable Álvaro Cunqueiro, con pluma de oro, dejó escrita para solaz del tiempo y voz de los difuntos. ¡Ve y dile a Vero del Pranzi que me he escapado de Aquilasola llamando en mi ayuda a un río! Y no se habló de otra cosa aquella primavera y aquel verano en toda Italia, de que el capitán Fanto Fantini della Gherardesca, se había escapado de una horrible prisión disfrazado de río, y que con su disfraz había aprendido la lengua de las truchas y el deslizarse sinuoso de las anguilas, y que a veces dormido, soñando que era río, en vez de roncar le salía el canto mismo que hacen las aguas en las cascadas e hirvienzas.


Así, que por esos azares que el río de la vida lleva aparejados en su discurrir, terminé por confundir como una sola, la ciudad santa que me inició en la contabilidad, el pueblo de Borgo de San Sepolcro, patria del condottiero Fanto Fantini y de Fra Luca, y Mondoñedo, un mágico lugar donde la catedral de vez en cuando toca a rebato porque dicen que ha vuelto don Álvaro Cunqueiro. Eso suele ocurrir cuando se conmemora el año del cometa con la batalla de los cuatro reyes, aunque siempre surgen muchas dudas cuando aparece de nuevo alguien que se parece al mágico soñador y fabulador, porque en seguida se corre la voz de que al pueblo ha llegado un hombre que se parece a Álvaro Cunqueiro; pero a Álvaro Cunqueiro sólo se le parece Álvaro Cunqueiro, ¿Será que ha llegado don Álvaro Cunqueiro? Y con ese sinvivir pasan sus días en Mondoñedo.

Otro No Premio Nobel que habita mágicos lugares por el que transitan sólo los elegidos. ¡Qué le vamos a hacer si el mágico soñador nació en Mondoñedo, Galicia!



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