sábado, 1 de abril de 2017

EL DÍA QUE QUISE SER LEONARD COHEN EN EL HOTEL CHELSEA


You told me again you preferred handsome men
but for me you would make an exception.

Volviste a decirme que preferías hombres guapos,
pero que conmigo harías una excepción.

Hay veces que creo, con algo de escepticismo porque también ordenan el mundo las circunstancias, que todas las personas vivimos las mismas experiencias, atravesamos por las mismas emociones y nos enfrentamos a parecidas peripecias. Voy a contar el día que quise ser Leonard Cohen. Te recuerdo bien en el Chelsea Hotel. I remember you well in the Chelsea Hotel.

Hará unos mil años, cuando yo era un joven que empezaba a trabajar, pongamos que tenía 25 años, me enviaron a Canarias. Me alojé en un hotel en Santa Cruz de Tenerife, cerca del puerto y de la Plaza de España. Solía volver del trabajo sobre las seis o las siete de la tarde, con el tiempo justo para cambiarme y dar un paseo, embocando la Avenida Marítima hasta el puerto; y allí me pasaba un par de horas oliendo a muelle y recordando otros momentos parecidos, donde siendo niño el olor a gasoil de los barcos impregnaba mi existencia. Esas cosas, entre otras, trae tener un padre marino mercante. A veces, me acompañaba Joseph Conrad, mientras me sentaba en un noray, al que me ataba sin maroma, a ver maniobras de atraque o desatraque o a los pescadores que fondeaban el plomo junto a la pared del muelle o a las señales de estiba.

Y tras esta peripecia marina, regresaba cada noche al hotel para volver la espalda a la multitud, you just turned your back on the crowd. Cenaba algo rápido y subía a la habitación a descansar.

Cierta noche justo cuando las farolas de la calle recibieron la eléctrica orden de encendido, llamaron a mi puerta con dos toques suaves que figuraban unos finos nudillos. En un primer momento decidí no abrir la puerta, pues una visita yo no podría tener allí más que por equivocación. Pero aquellos sonoros y suaves nudillos repitieron los dos pequeños golpes y no me quedó más remedio que abrir la puerta de la habitación. Al abrirla, una joven rubia, llena de pecas, ojos azules y muy bella se apareció ante mí, hablando un auténtico inglés de Inglaterra.

Efectivamente había llegado hasta mi puerta por equivocación. Sorry, I´m looking for Chris, dijo sorprendida al verme. En ese momento supuse que aquel hotel canario se había transfigurado en el Chelsea Hotel y no tuve más remedio que decirle: Little lady, you´re in luck, I´m Kris Kristofferson.

Nuestra conversación no fue más allá de unas entrecortadas palabras de cortesía. Me pidió perdón por haberme molestado, y por su error, y continuó andando dándome la espalda, por el pasillo de la segunda planta buscando la habitación de Chris. "Es evidente que esta chica no es Janis Joplin. Ni éste es el Chelsea Hotel". No importa, me dije, no somos guapos, pero nos queda la música. Well never mind, we are ugly but we have the music.

Si ella hubiese sido Janis Joplin y aquel hotel canario el Chelsea, sin duda, se hubiera quedado conmigo. También es verdad que yo no era Leonard Cohen. Así que, como aquella no era forma de ir a dormir, decidí cambiarme de ropa y acercarme a tomar una copa a un bar cercano a la bocana del puerto, donde ponían buena música.

And that´s was the reason and that was New York. Y ésa fue la razón, por la que un día quise ser Leonard Cohen, haciéndome pasar por Kris Kristofferson, pero la bella joven que se equivocó de habitación no quiso ser Janis Joplin, y hacer conmigo una excepción, supongo que no tendría alma de artista. Ni siquiera sabía quiénes era Leonard Cohen y Janis Joplin; y, posiblemente, lo único que le quedaba era la belleza; me consolé pensando que yo no puedo cuidar de todos los petirrojos caídos. I don´t keep track of each fallen robin.









1 comentario:

  1. Las vivencias que nos hacen sonreír al recordarlas, aunque sean disfrazadas.
    Es lo que tiene la poesía, nuestra poesía interior.
    ¡Saludos!

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